Sólo una hora. El eterno deseo del que se vuelve loco mirando el
reloj para llegar a tiempo a cumplir los antojos de otros; la rutina,
las obligaciones, los compromisos, el mundo entero espera.
Insaciables,
constantes y miserables no paran nunca de reclamar, de insistir, de
pedir y sentenciar a vivir minuto tras minuto atendiendo tareas, agentes
exógenos a la persona. ¡Quiero vivir también para mí! Egoísmo puro,
malsana extroversión de lo individualista. Solo hay odio y más odio
cuando una persona decide pasar de largo de las obligaciones que coartan
su libertad individual en momentos clave de su desarrollo sicológico,
es decir, siempre.
¿Y ya pasó media hora? La insistencia del mundo
detrás del reloj le vuelve loco, le sentencia otra vez. Ahora el
tribunal de recursos, el supremo, la santísima inquisición social y
familiar detrás del reloj contando los minutos, los segundos y
milisegundos que egoístamente ha dejado de compartir, de revertir, de
entregar y pagar como tributo al don de la vida que le acompaña desde
que nació... ¡Me quiero morir, llego tarde! La astucia, la estupidez y
el desenfado de un ignoto ser que pensó que el tiempo era suyo, que una
hora no era nada, que engañar al mundo tomándose una horita de descanso
no iba a cambiar el espacio tiempo, que una simple hora suya en el
tiempo del mundo no iba a hacer estragos. Pensó que si un ser ínfimo
como él se daba cuenta de su libre disposición del tiempo no podía parar
y desestabilizar un sistema que ha llevado siglos establecer.
¡Imbécil!
Una
hora, sólo una hora y siete mil millones de horas en una hora
detendrían el mundo si cada uno de estos imbéciles decidiera pasar por
sólo sesenta minutos de sus rutinas, sus obligaciones y compromisos. ¡El
mundo no está hecho para que seas libre! El reloj dignifica a las
personas que quieren el bien común, las hace ordenadas y corresponsales
del todo en el que viven, les muestra con toda claridad su
responsabilidad para con la sociedad. Una persona sin reloj es un
rebelde que deja pasar las horas haciendo que otros hagan por el mundo
lo que él deja de hacer. Una persona sin reloj es un antisocial que sólo
quiere vivir de los demás aprovechando egoísta su tiempo sin saber que
así se desprecia a sí mismo como ser humano insolidario...
***
Eran
las diez de la mañana de un jueves —un jueves que no era festivo— y
subía la sangre a su cabeza poco a poco después de levantarse muy
lentamente de la cama. Las sábanas enredadas y una tenue luz entrando
por el lateral de la persiana mal cerrada le hacían sonreír.
"Noches
cortas, mañanas largas" pensó para sí y al ver el reloj caído en el
suelo camino al baño tuvo la intención de agacharse, de mirar la hora y
ponérselo, pensar qué es lo que tocaba después y cómo iba a ser el día
dependiendo de, pensando en, haciendo lo que, quedando cuando, esperando
a que, corriendo para... Vino a su mente la larga pesadilla de aquella
noche, el sentimiento de culpa y la vergüenza de reconocerlo, la presión
del mundo cayendo sobre sus hombros, la necesidad, la profunda
necesidad de salir corriendo y gritar y vivir y saltar y…
Le pegó un patadón al reloj que lo hizo volar por los aires.
Voló describiendo una parábola perfecta desde dos metros antes de la entrada al baño hasta justo el agujero del inodoro.
Se
hundió por su peso, aunque no era muy pesado en materiales sí lo era en
sentido simbólico. Se hundió y su dueño fue a verlo. Desde metro y poco
y parcialmente cubierto por vaya uno a saber qué, estaba ahí. Podría
haberlo rescatado, podría haber reflexionado y darse cuenta de que
llegaría tarde a, de que tendría que explicar que, de que bla bla y ja
ja ja ja. Comenzó a reír como un loco, un desquiciado que acaba de matar
a su peor enemigo, que acaba de vengar a su hermano pequeño. Y no era
un desquiciado, ese pequeño hombre acababa de romper las cadenas de su
vida y con el sonido del agua girando en espiral y tragándolo todo, con
el sonido de la cisterna llenándose otra vez, con el vacío blanco del
sello de agua ese hombre empezaba una nueva vida.
Había un sol
hermoso aunque hiciera frío. Ahora podía visitar a sus amigos, comer una
buena pizza cuando le diera hambre y pasear y crear y fantasear y amar y
volar. Ahora tenía todo el tiempo del mundo.
Pernando Gaztelu