martes, 19 de febrero de 2013

Desde arriba...



Enfundada en un vestido blanco que cubría sus piernas hasta justo debajo de las rodillas y con unos tacones rojos de vértigo que hacían juego con sus labios, Luisa bajó tranquila del coche, se volvió y le dijo sin pestañear:
“Mírame bien, amor. Todo esto es lo que has perdido. Debiste ser más valiente y elegirme a tiempo porque ya me cansé de esperarte. Siento que tengas que cenar solo pero hoy no me apetece un sitio tan serio. Creo que me voy a bailar.”
Él no pudo responder. La miro alejarse contorneando sus caderas por en medio de aquella avenida y se sintió como el hombre más desgraciado del mundo.

... Y algo parecido debieron sentir todos los que hipnotizados por ella miraban la escena desde las ventanas.

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