miércoles, 22 de febrero de 2012

LA REPRESION

Para mi hermano. Seguro que, desde dónde esté, leerá con gran agrado este blog. Gracias, porque me lo has enseñado casi todo.


               El tenía dieciocho años, una mente llena de inquietudes, de ganas de luchar y de nuevas expectativas para los más desfavorecidos. Estudiaba ciencias económicas en la universidad de Valencia y, aunque había nacido en una familia acomodada, ingresó en el partido comunista.
Cuando su padre se enteró, le dijo que se borrara de sus filas, que eso era peligroso, pero él no le hizo caso y continuó ayudando al partido todo lo que le permitían sus estudios.
Un día, su madre, limpiando su habitación, descubrió en uno de sus estantes un montón de octavillas informativas de las actividades clandestinas del partido. La hoz y el martillo, junto a la bandera republicana, hicieron que se asustara tanto, que las hojas de papel se derramaron por el suelo. Ella ya había saboreado desde los doce años la represión que significaba el gobierno del “generalísimo”. El pánico volvió a fustigarla, con nerviosismo, colocó todo en su sitio y terminó de limpiar la habitación.
Cuando él llegó a casa, su madre le estaba esperando. Le hizo que se sentara y, en medio de sollozos, le pidió que se deshiciera de todo, que bastante había sufrido por sus hermanos durante la guerra, que fuera consciente de que si en la facultad alguien se enteraba de sus actividades, podría denunciarlo y terminaría en la cárcel.
Se llevó todo lo que tenía en su cuarto para que su madre no sufriera. Lo hizo sólo por ella. El continuó, solapadamente, trabajando para el partido. Su hermana, que entonces contaba con trece años, asistió, en silenció, a todo lo acontecido. Ella le admiraba, era su modelo a seguir y quería ser su cómplice, pero tenía que crecer más.
Pasaron algunos años, el dictador murió. En las aulas de las facultades los ánimos estaban encendidos, se protestaba por casi todo…porque casi nada había cambiado. Los grises, a caballo, patrullaban diariamente por el campus y los estudiantes continuábamos reclamando nuestros derechos y también los de los demás. Las cargas policiales  y las detenciones eran diarias. Ahora, los dos hermanos ya eran cómplices. Ella había leído todos los libros que tenía su hermano en la biblioteca. Veían las mismas películas y a la hora de comer, discutían de política con sus padres sin que ellos se enteraran de que, ahora, era ella la que corría delante de la policía.   

14 comentarios:

  1. ¡¡¡Dios que recuerdos!!!. Ahora son nuestros hijos que corren por delante de los grises. Que triste

    ResponderEliminar
  2. Qué suerte Amparo, los hermanos mayores sabían todo lo que nosotras desconocíamos de la vida; de ahí que fueran nuestros modelos, tan orgullosas de ellos!!

    ResponderEliminar
  3. Amparo, esta vez eres tú la que me ha hecho llorar y tengo que tragarme las lágrimas y callarme.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no te las tragues, REPRIMIRSE ES MALO, suelta las lágrimas y quédate tranquila. Yo ya lo he hecho.

      Eliminar
  4. Amparo, eres una escritora de garra. Me has emocionado hasta el extremo y has logrado atraparme desde la primera frase. Como en el caso del relato de Lu, la verdad se abre camino a través de lo que cuentas con tal fuerza que es imposible resistirse. Enhorabuena y gracias por regalarnos tus letras...
    P.D: Creo que con estos relatos os estoy conociendo un poco más... Qué curioso que tenga que ser con un tema tan, aparentemente, susceptible de caer en la demagogia con el que nos abramos en canal... Me gusta, me gusta y me gusta. Bravo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
    2. Gracias, Marco. Es real todo lo que cuento. El protagonista es mi hermano y yo aparezco en el final. Ya no está conmigo, murió de leucemia con treinta y dos años y dos niños casi bebés. Le echo tanto de menos...

      Eliminar
  5. Amparo de alguna manera tu hermano sigue vivo gracias a la fuerza de tu recuerdo hacia él. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Yolanda, yo no hay día que pase sin acordarme de él.

      Eliminar
  6. ¡Menudo relato, Amparo! Me quito el sombrero. ¡Precioso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo tambié he utilizado la famosa frase hecha de "el miedo recorrió sus venas". Lo cambio.

      Eliminar
    2. Me gusta mucho esa actitud tuya tan positiva respecto al aprendizaje.

      Eliminar
  7. Un relato muy cuidado y emotivo, es tu "Cuéntame" personal y cuando se cuenta lo propio, uno se muestra como es y así te ha salido el texto. Muy bien Amparo.

    ResponderEliminar