lunes, 6 de febrero de 2012

INTERNALIA



Siempre me han gustado las pequeñas cosas. Una semilla, por ejemplo. ¡Todo lo que se puede encerrar en una semilla! . Recuerdo que mi imaginación era tan grande que en cuanto estaba enfrente de alguien ante mi se desplegaba una gran pantalla de cine imaginaria en la que se contaba una historia que seguramente no era real, pero una palabra o una mirada me llevaba a crear una vida a medida, como si yo fuera un sastre…Quizá un día lo diga ella.
De niño me enamoré. Un amor imposible. Ella habitaba en una gran sábana colgada de un pequeño cine de pueblo. Supongo que por ella o para ella escribo casi siempre historias protagonizadas por mujeres. Sí. Para ella. Un día iré a aquel pequeño cine y de pronto aparecerá en aquel lienzo hablando conmigo. Sé que ella me miraba a mí. Lo sé. Cuando convertida en Leonor de Aquitania nadie parecía comprenderla , dirigió su mirada a la cuarta fila, a la butaca del pasillo central. Allí estaba yo asintiendo con mi cabeza como diciéndole, yo te comprendo Leonor. Enseguida recuperaba su otra vida, y continuaba hablando y hablando mientras yo traspasaba con la mirada la pantalla y me convertía en cualquier cosa que estuviera cerca de ella.
Su nombre es Katharine. De vez en cuando la veo llegar entre la bruma desde el País del Tiempo a algún territorio de mi reino, a Internalia, en su barcaza vestida de Leonor, para mí otra vez vestida de Leonor de Aquitania. Cada visita es un derroche de miradas, gestos, manos huesudas que dicen más que mil bocas. Llega a la orilla en la que estoy convertido en búho sin sueño y observo como su capa acaricia el hielo mientras su risa se convierte en nieve. Sus grandes pasos, el movimiento de sus hombros mientras habla y habla, mientras camina. Su mirada que parece contener la llave que podría abrir cualquier puerta, aunque para su mano estuviera prohibida.
Katharine vestida de león en el invierno de la edad, perdida en un laberinto en el que el amor y el odio se enamoran , vuelve a su barca después del reproche. Ama y odia lo que ha tenido, sabe que aún sin reino será reina. Ahora la veo marchar tal como llegó, con la misma presencia regia, recogiendo en su capa de armiño todo el aire que los muros del destierro puedan contener.
De niño me enamoré. Ya no es un amor imposible. Ella ha dejado de vivir en un gran lienzo en un pequeño cine de pueblo. Ahora vive entre mis recuerdos. Katharine Herpburn, sé que aquella mirada aquel primer día era para mí. Solo para mí.

9 comentarios:

  1. Precioso relato José Luis. Enhorabuena. Comparto tu amor por Katharine...incluso cuando era una tierna mujer mayor en aquella maravilla titulada "En el estanque dorado".

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  2. Frases con muchísima poesía que evocan más de lo que dicen explícitamente.

    Si tengo que poner un "pero", desde mi punto de vista, sobraría el preámbulo a este texto. Comenzaría el relato en: "De niño me enamoré."

    ¡Enhorabuena, José Luis!

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    1. Siempre me gustaron las conversaciones que comenzaban sin pretensión alguna. Como si de una conversación en un autobús se tratase. Hablas del tiempo por hablar de algo y con la intención de que el viaje se haga corto y de pronto algo pasa y comienzas a desear que jamás el autobús se pare. La conversación nace de lo inesperado. Lo mismo me sucede con alguno de los relatos que escribo. Quizá por eso guardo el inicio. Es una conversación banal en principio, algo que ni yo mismo sé a que lugar me llevará.

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    2. Gracias por tu aclaración y por compartir un poco más sobre tu manera de afrontar los textos, la vida.

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  3. Muy bonito, José Luis, yo también me suelo extender en mis relatos, aunque últimamente ando un poco más comedida, será por los ejercicios que nos han puesto las seños.

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  4. Muy bueno, un poco largo para mi gusto.

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  5. Me ha encantado lo que has explicado sobre las conversaciones sin pretensión. Parece un milagro que se empiezen por azar y lleguen a conclusiones que pueden cambiar una vida. Tu relato, soberbio.

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