miércoles, 18 de enero de 2012

EVOLUCIÓN. Por Constante Branas.

Estaba harto de ser el último eslabón de la cadena trófica –o el primer escalón de la evolución si lo prefieren- así que no le quedó más remedio que mutar su única mitocondria. El esfuerzo duró cien millones de años –bueno, ya sé que no fue exactamente ese tiempo, pero se trata de un relato breve- así que la recompensa había merecido la pena.
Ahora era el amo del mundo; vale, de acuerdo, seguía siendo comestible, pero ya nadie se atrevía a intentarlo; incluso podía jugar a ser dios en un futuro no muy lejano –un millón de años escaso- lo que ya no tenía claro era el precio a pagar, porque todo tiene un precio y porque no había llegado a la cúspide por casualidad. No obstante, trataba de vivir sin pensar en ello.
El precio fue el odio. El mismo odio que sentía hacia todos los demás, incluso hacia el resto de individuos de la misma especie, el odio que pronto se tornó en recelo y este en soledad. De esta manera –créanme, no les miento- terminó el esfuerzo la evolución: en la más absoluta nada.

3 comentarios:

  1. Ostras Eufrasio estas lanzado, ¿producción en serie? Pero sigue, sigue que son todos muy buenos.

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  2. "en la más absoluta nada". ¡Uf, qué visión tan dura! ¿En serio nos encaminamos hacia allí? Que no digo yo que no, pero hoy me viene fatal un pensamiento tan oscuro.
    Necesito ver una de los hermanos Marx para contrarrestar, y aligerar el espíritu.
    Para reflexionar, como siempre, tu escrito.

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  3. Córcholis, Eufrasio de tanto pensar y reflexionar sobre todo lo que escribes, de verdad te digo que me levanto, día tras día, con dolor de cabeza y con una Naúsea existencial como la de Sartre. Voy a tener que aumentar la dosis de Prozac. Como ha dicho Julieta: ¡¡Una de humor, porfa!!

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