sábado, 5 de febrero de 2011



Fernando M Lozano

En Ojos Negros, viven Fermín y Josefina. Hoy llegan sus nietos, los dos están nerviosos, no los han visto desde el verano pasado y aunque ya son mozos, para ellos siempre serán esos niños revoltosos, que montaban el columpio en las ramas de ...l almendro en flor y ataban latas de estaño en el rabo del viejo Aramís.
Suena el claxon.

- Fina, ya están aquí.

El perro ladra sabiendo lo que le espera, Fina, ya está en la puerta con su sonrisa de abuela y el delantal de siempre.

- Cuánto habéis corrido hijos, anda, pasar rápido que se escapa el gato.
- Menudo frío hace, mamá, el termómetro del coche marca -6º.
- Si, el abuelo anda diciendo que va a nevar.
- ¿Y el abuelo?
- Está dentro donde la estufa.
- Abueloooo!!.
- Hola hijos, ya estáis aquí, ¿no habéis notado el olor?, la abuela está cocinando unas migas con uvas y choricico de la última matanza, que os vais a chupar los dedos.

En Ojos Negros, la matanza se vive como una verdadera fiesta, todos los vecinos participan aportando sus cerdos y su ciencia. Se compran marranos durante el año, para cebarlos y sacrificarlos a la antigua usanza. Del cerdo se aprovecha todo. Luego, si los fríos acompañan y en la provincia de Teruel siempre acompañan, en los secaderos de las casas, el frío seco, la madera ajada, la falta de luz y las manos expertas, dan a luz unos productos de esta tierra, que convencen sin duda al paladar que tiene la suerte de saborearlos.

Fermín está sentado en el Alfeizar de la ventana, es época de matanza y estudia el tiempo. Por aquí dicen que es un experto y todo el mundo confía en su ancestral conocimiento.

- ¿Qué ves abuelo?.
- Cuando la chova alza el vuelo, nieva en el cielo.
- Pues mucho me temo, que esta vez, la chova se equivoca. Hay un anticiclón en mitad de la península y dan sol toda la semana.
- Es verdad papá, lo vimos en eltiempo.com antes de salir y parece que todo es perfecto para empezar a sacrificar los cerdos.
- Mira lo que está haciendo Aramis, mira donde tiene el rabo.
- Juan le habrá intentado coger y el pobre se caga de miedo en cuanto le ve, aún recuerda sus fechorías.
- Cuando el perro esconde el rabo, nieva en el prado.
- Eso es una tontería. Mira Papá, me he traído el ordenador para que te modernices un poco, ya estás muy mayor para andar haciendo cábalas con las nubes. Desde aquí cogemos bien la señal del ayuntamiento. Aquí está, el mapa de isobaras está claro, las altas presiones desvían este frente hacia el noroeste y por lo menos en 4 días no va a caer ni una gota.
- Si la vaca agacha el culo, nieve seguro y mira lo que está haciendo la Pinta, sentándose a estas horas, esto huele mal.
- No hemos hecho 320 km para nada, no va a nevar, lo dice la ciencia, debes adaptarte a los tiempos que corren, no seas cabezota.
- Fina, vete donde la Eulalia y compra víveres y vosotros, traer agua de la fuente, también os pasáis con mis recetas por la farmacia de don Justo. Esta va a ser de las gordas. Fina, no te olvides del vino de pitarra para mi dieta.
- ¿Y que dieta es esa con vino, Papá?.
- Pues la mía, beber vino sin pedigrí, comer lo que nos da el huerto y lo que hacemos con nuestras manos y querer mucho a tu madre. 84 años sin una queja avalan mi dieta, en el pueblo, todo el mundo la sigue, eso si, a tu madre, sólo la quiero yo, de la manera en que un hombre de mi edad puede querer a una mujer de la suya.
- Entonces qué, ¿no hay matanza mañana?.
- No hay matanza.

Amanece en Ojos Negros, una nevada de más de medio metro, lo cubre todo con un blanco edredón. La casa despierta. Fermín ya lleva un rato levantado, contemplando su augurio, sentado en el alfeizar de la ventana. Sonríe.
Durante el desayuno nadie comenta nada sobre la gran nevada, la televisión está encendida.

- Mira abuelo, el pueblo sale en las noticias.

“Una gran nevada sorprende a los habitantes de la provincia de Teruel, el frente, varió su parábola durante la noche y las bajas presiones unidas a las bajas temperaturas, produjeron fuertes precipitaciones en forma de nieve durante más de seis horas. La falta de previsión ha dejado a varios pueblos incomunicados, no hay luz, muchas cañerías han reventado y las máquinas quitanieves se encuentran muy lejos de la comarca”.

Fermín, se cala su gorro de lana, se calza las botas de goma, coge la lámpara de gasolina y marcha al establo para alimentar a las bestias.

- Cuando el borrico esconde el hocico, nieva en los picos. ¿Verdad Lucio?.



Rosa M Vega Cortiñas

El vaho de su respiración cubría la ventana y le desdibujaba
el paisaje: el cielo cubierto de nubes, oscuras y pesadas, que presagiaban otra
nevada; las altas cumbres blancas que limitaban el hori ...zonte; los árboles
deshojados, con ramas temblorosas por el peso de la nieve. A pesar de ello,
María seguía mirando hacia la carretera por la que debía aparecer el vehículo,
esperando oír los tres pitidos con los que se anunciaba la llegada de Juan, con
su furgoneta, convertida en tienda de ultramarinos, de la que dependía la variedad de la dieta de los vecinos en invierno.

Juan, que llegaba siempre con una sonrisa, con su buen
humor, con un chiste para cada persona con la que se encontraba en las calles del
pueblo, fueran clientes o no. Y María esperaba a Juan, no a su furgoneta, sino
a la persona que le hacía sentirse feliz solo con mirarla, mientras le ponía en
la bolsa la compra del día, le metía dentro algún chuche de los que le gustaban
a su hijo o una manzana de más….Juan, que le guiñaba el ojo cuando le daba las
vueltas.
Hacía dos días que no llegaba, él que nunca había fallado a
si cita semanal con los vecinos del pueblo. Y María llevaba dos días mirando
tras la ventana, la carretera de entrada al pueblo.


Lucrecia Hoyos: LA DIETA DE OLIVIA

Olivia y Fernando estaban hastiados de la vida en la ciudad. En la mitad de sus vidas…, trabajos ingratos…, vida social escasa… -estaban demasiado cansados-, la salud empezaba a pasarles factura, dando los primeros avisos del declive.
Olivia, que era profesora, un buen día sufrió una transformación .... Harta de tanta insolencia, abofeteó a un niño de segundo de la ESO, le rompió el libro en pedazos, explotó en un llanto furioso, le dio una patada a su silla, volcó su mesa de un empujón y se cayó todo lo larga que era cuando iba poseída por la rabia hacia la puerta del aula. Se produjo un silencio sepulcral. Se levantó, les dirigió una mirada llena de odio y salió cerrando la puerta con llave y explotando en una sonora carcajada.
Compraron una pequeña casa en un hermoso pueblecillo en Guadalajara. El médico le recomendó una dieta de sosiego y por allí andan este invierno mirando las cumbres nevadas, a un lado; y al otro, las flores de los almendros, y recuperando poco a poco la salud…

Wisquensin Oregón: HOGAR, DULCE HOGAR

El frío invierno asolador no perturaba lo más mínimo el espíritu risueño de Carlota. Jugaba feliz a la comba en el nevado patio de su escuela. Contemplaba alborozada como los copos de nieve se endedaban en sus rebeldes cabellos y reía divertida intentando quitárselos del pelo sin mucho éxito. Su madre ... la miraba desde la ventana de la cocina. Vivía en un pueblo precioso, con un paisaje idílico, las flores e los almendros ya asomaban valientes a pesar del frío intenso, que más se podía pedir...Pero el médico le había dado un ultimátum. O adelgazaba o corría el riesgo de sufrir un infarto. Debería comenzar la dieta estricta cuanto antes, pero sentía naúseas sólo de pensarlo. La única fuerza para empezar provenía de la calle, Carlota crecía y reía, Carlota era lo que má quería en el mundo....

María José Martínez Millán

Raquel estaba entusiasmada cuando acompañó a su padre a comprar el primer coche familiar. Su padre se había decidido por un SEAT 600E, de un suave color amarillo. El próximo domingo, iremos a Torás a visitar a los abuelitos, le prometió.
Las cumbres nevadas y un pasillo nupcial de almendros en flor, engañados por algún travieso veranillo, les dieron la bienvenida. Cuando llegaron, los abuelos estaban almorzando, por lo que se unieron al ágape. ¡Qué diferente sabía el pan de pueblo, el jamón curado en la cambra, los tomates de la huerta del abuelo Santiago y ese intenso sabor de oliva del aceite virgen casero! Junto a la lumbre, azuzada por Santiago, María les contaba las crónicas típicas de un pueblo tan pequeño, en el que todo el mundo se conocía o eran familia.
Llegó la hora de volver y tras despedirse de sus abuelos, Raquel se sentó en el asiento trasero del coche. Al instante, se giró hacia atrás apoyando sus rodillas en el gélido asiento de skay y observó a sus abuelitos diciendo adiós con la mano. Raquel pensó que ya eran muy mayores y que cualquier día podía perderlos. Estaba a punto de aparecer una lágrima, cuando de inmediato borró ese pensamiento inoportuno convenciéndose a sí misma de que con una dieta tan saludable, sus abuelos disfrutarían de una larga vida. Tres décadas después de aquella visita, el pueblo de Torás homenajeó a una de sus vecinas más queridas, había llegado a centenaria, se llamaba María.


Lara Hernandez Abellan

Esta era la vista favorita de Luz. Cuando vino a conocer la casa se quedó mirando desde esta ventana y me dijo que podría gustarle, que iba a intentarlo. Y lo intentó, ahora sé que lo intentó. Hasta hoy no lo había entendido del todo. Mi orgullo no me dejaba hacerlo.

La conocí en el gimnasio de la Calle Alcalá a la altura de Ventas, los llevaba a todos locos. “Fíjate en la rubia“, me decían, “Pero Luis has visto que mallas blancas lleva hoy....” Eso es un culo y no el de mi novia…” No los escuchaba, sólo la miraba, me pasaba dos horas seguidas sin dejar de mirarla.
Me enamoré de ella con verla cruzar la puerta, se paró en recepción y no dejó de sonreír mientras rellenaba los papeles de la inscripción. Me enamoré de aquella sonrisa en lo que se tarda en apuntarse a un gimnasio.
Solíamos hacer bici juntos y empezamos a charlar de todo, bueno ella me hablaba sin parar y yo tan solo la escuchaba. La escuchaba y me reía. Me hacía feliz escucharla.
Siempre vestía de claro, quizás por eso le gustó esta vista nevada, porque adoraba el color blanco. Y nunca estaba triste, no por entonces.
Me hablaba de fiestas, de amigos, de películas de estreno, de su trabajo, de sus viajes, de amores, de su vida, un vida tan llena que convertía a la mía en casi nada sin querer hacerlo. Luz no era de las que hacía o decía las cosas por hacer daño. No era de esas, no era como ninguna y eso la hacía ser ella. Mi Luz.
Y un día la invité a cenar por mi cumpleaños, le dije que la quería y ella me volvió a sonreír y me apretó la mano muy fuerte, así que esa noche me sentí seguro, mas seguro que en toda mi vida y le hablé y hablé… Y ella me escuchó con cara de querer entenderme, de querer compartir todo aquello que le estaba contando. Le hablé de que había comprado esta casita y que mi sueño era escaparme aquí, a este pueblo perdido a escribir. Pasear y escribir, a nada más. A vivir relajado sin el stress de esta ciudad, sin estas gentes que siempre andan con prisas… Todo eso le dije y en ningún momento pensé en que ella era una de ellas, una de esas personas de ciudad a las que le encantan las prisas.
La convencí,. Lo dejó todo tres meses después y se vino conmigo aquí, a este lugar precioso y blanco pero que la convirtió en otra…
Lo intentó, de veras que lo hizo, pero ella no era de aquí y yo no quise verlo. No la escuché gritármelo con los ojos… Se sentaba frente a esta ventana y se pasaba las horas muertas mirando la nieve sin hacer nada más y yo la observaba desde mi mesa y me sentía feliz por tenerla conmigo, feliz por tener mi sueño al completo, feliz como nadie…
Alguna vez me dijo, “Luis, yo no soy de esto, tú tienes tus partidas, hablas con esta gente como si fuesen tus amigos desde siempre, pero yo no… Me siento sola Luís, no quiero sentirme así pero cada día que pasa me cuesta más salir de esta casa.” Y yo le dije que se acostumbraría, que era cuestión de tiempo, que…¡¡¡Yo no hice nada!!! Me limité a seguir viviendo mi sueño y a observarla dejar de ser ella. ¡Maldito egoísta que fui!
Aquella tarde, me quedé mas de lo debido en el bar jugando la partida y llegué directamente para cenar. No la encontré. En su lugar solo una carta en un folio rayado:
“ Mi amor, me estoy ahogando. Esta mañana he intentado sonreír frente al espejo del baño y te aseguro que esa no era yo. Me he olvidado de cómo se ríe de verdad y eso no le puede pasar a nadie. No quiero ser así Luís, entiéndelo. Me he sentado en esta ventana para escribirte por si mi vista favorita lograba convencerme, pero mi mano escribe mas rápida que nunca, le dicta mi corazón y ese no se quiere dejar convencer.
Lo siento y te quiero.”
No la llamé. Me enfadé tanto que no la llamé. No volví a hablar con ella y han pasado tres inviernos desde que rompí aquella carta y el cristal de su ventana.
Los chicos me contaron que volvió al gimnasio, de blanco por supuesto (omitieron citar la palabra culo y yo lo agradecí), que se la veía feliz. Conoció a otro con el que va a fiestas y a todos los nuevos estrenos. Me sentaba mal que me contasen esas cosas, el rencor no me dejaba verlo con claridad, creo que hasta hoy no lo he hecho del todo. Hasta hoy no he comprendido que este lugar era mi sueño, sólo el mío y que a partir de ahora esta tendrá que ser mi vida, la que yo he elegido, pero sin ella sin la que lo completaba.
Cogí un folio y escribí:

Sé feliz Luz y que nadie te haga olvidarte de sonreír de nuevo.
Te quiero
Luís.

Cierro su ventana y por fin puedo respirar.


Fina Fernández Fernández
"UNA MIRADA HACIA EL RECUERDO


Tras los cristales saboreo el calor que desprende nuestra casa. Con una taza de café entre las manos contemplo el paisaje vestido de blanco y los recuerdos afloran en mi mente, acuden a mí, con una urgencia sofocante. Esa primera vez que vi la nieve, me asombró su textura, la cogí entre mis manos hasta que se helaron incluso las venas, los juegos nos divertían y reíamos incansablemente. Te acercaste a nosotros, me sonreíste y te cogí de la mano para que participaras de nuestros juegos, aquel primer día que nos conocimos... el primero de muchos que siguen. Se me hielan las venas al pensar que no estás en casa.
Miro por la ventana y su paisaje vestido de blanco me lleva a ver nuestra adolescencia y su encanto. ¡Cuántas veces besamos el suelo antes de aprender a esquiar! Nos reíamos de nuestra torpeza sin importarnos si nos veían o no. Sentados en la nieve contemplando el paisaje conversando sobre nuestros proyectos... en cada momento de mi vida está un paisaje parecido a éste, que me recuerda a ti y contemplo este paisaje esperando que tú vuelvas a mí, con una taza de café entre mis manos, saboreando el calor de nuestra casa."

Amparo Hoyos Sanchis

Hacía mucho frío, como siempre.
Edelmira, apartaba la nieve acumulada en la puerta de su casa. La pala pesaba, sus huesos se resentían-¡Caray con la bisagra!,_pensaba. Pero estaba sola, no había nadie quién le pudiera ayudar, por eso hablaba ... cosigo misma. Ya no tenía animales en el corral, ni grano tampoco.
Cuando salía alguna vez de su casa, visitaba a los demás vecinos, el tío Napias y su mujer la Prudencia, al Ramiro, que acababa de enviudar y no hablaba y..y..a nadie más, porque ya no vivia nadie.
La Prudencia siempre le daba algún huevo de sus gallinas y un poco de harina, para el pan. El Ramiro le daba bacalao en sal, era el único que, aunque no hablaba, tenía una furgoneta y traía alguna cosa del pueblo más cercano. Edelmira....hacía un pan que olía como debe oler el cielo..y lo repartía entre todos, como siempre. Cosía y bordaba muy bien, porque así se lo enseñaron de pequeña y les arreglaba la ropa a todos los demás. No existía el dinero entre ellos. No hablaban de la Belén Esteban porque no había televisión. No votaban porque no sabían qué era eso. No conocían la dieta Mediterránea porque aquí se come de lo que hay. Tampoco tenían reloj, ni prisa ni otra preocupación más que dormir bien, que mañana será otro día.

Mañana...mañana me voy con Edelmira.

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