lunes, 7 de febrero de 2011


Maria Gertrudis Torres Mazón


Aún hoy, después de tantos años, sigo teniendo en mis labios el sabor de la caña de azúcar, en mi piel el dorado sol de una tarde de verano y en mi sangre la sal de mi pueblo, el que me acogió al nacer, el que me enseñó a crecer entre sus p ...layas y sus calas, el que me hizo soñar con el amor al son de dulces habaneras. El azul inmaculado de su mar, sus calas que reflejan el dorado sol de primavera, la espuma blanca de las olas al chocar contra los embarcaderos, el rugir de los impetuosos mástiles de un velero anclado en puerto, el sabor extraño que me lleva a mi niñez cuando partía con una piedra los erizos de mar que anidaban en tus calas y los tragaba con ingenuidad, el escozor que sentía en mis ojos cada vez que me sumergía en tus entrañas, para verte, para impregnarme de tu naturaleza secreta ante mis ojos de niña, como te recuerdo pueblo mío.

Fernando M Lozano
LOS DE ABAJO Y LOS DE ARRIBA.


Curro quería ser buzo. Desde muy cachorro, no le asustaba el mar. Fidel daba largos paseos por la orilla de la playa con su mejor amigo de otra raza, de cuatro patas, de rabo juguetón, de pelo suave, de incondic ...ional amor.
Curro, aprendió a tirarse objetos a si mismo, su energía agotaba las ganas de juego de cualquier humano y Fidel no siempre estaba. Un día, descubrió que arrojar piedras al mar, era más divertido, incluía la inevitable carrera, el glorioso chapuzón y la emocionante búsqueda bajo el agua. El fondo del mar era su rincón preferido, a base de bocanadas de sal, descubrió que allí dentro no debía respirar, a base de pinchazos en el hocico, supo que los erizos no eran pelotas de tenis de color negro.
Fidel se aficionó al buceo gracias a Curro y fuera verano o invierno, sin faltar un solo día, cada mañana, con sus gafas, su tubo, sus aletas, su perro y su ilusión, bajaba al silencioso fondo del mar, para recuperar la cordura que el ruido de la superficie le había robado.
Los de arriba pensaban que estaban locos.
Los de abajo, simplemente, les esperaban.
Cada vez pasaban más tiempo bajo el agua, sus ojos se habían adaptado al medio, sus cuerpos vencían la resistencia como piel de delfín, sus pulmones habían aprendido a separar las dos moléculas de hidrógeno y respirar la molécula de oxígeno sin ningún esfuerzo.
Y ocurrió lo inevitable. Ni Curro, ni Fidel, hicieron las maletas, no les hizo falta, abajo se podía vivir sin las cosas de arriba, arriba, no podían sobrevivir sin lo que había allí abajo. El proceso fue sencillo, el cambio, natural.
Desapareció el ruido para siempre, las voces ya no sonaban dentro de la cabeza de Fidel, Curro, podía mover el rabo sin romper nada y tenía millones de nuevos amigos con los que jugar a perseguirse.
Los de arriba siguieron viviendo sus vidas forzadas, con la mirada perdida en el mar, sin entender nada.

Lara Hernández Abellán
"NUNCA DIGAS NUNCA JAMÁS



Álvaro y Alma son pareja desde niños, una de esas parejas a las que los demás les tienen envidia porque pasean de las mano, se hacen arrumacos y se siguen diciendo piropos aún después de cincuenta años de vivir el día a día juntos.
Tan sólo había una cosa en la que no se ponían de acuerdo. Alma adoraba los animales y siempre quiso tener un perro en casa. Álvaro tenía claro que nunca compartiría techo con un bicho de cuatro patas que pudiese restarle los mimos de su amada. ¡Nunca jamás!
Hace un par de años Alma enfermó, así sin más, sin síntomas que lo predijesen, sin un pequeño aviso. Fue a una revisión rutinaria y se quedó ingresada en una habitación de paredes verdes. Su vida cambió de golpe, las vidas de los dos lo hicieron. El tratamiento fue largo pero lo pasaron juntos, como todo lo demás que habían vivido hasta el momento, sin quejas e intentando que el cansancio no fuese advertido por el otro y sin dejar de besarse ni decirse piropos ni un sólo día de los que pasaron rodeados de aquel color empalagoso.
Llegó la hora en el que se decidió que no había mejor manera de la que despedirse de esta vida que en el lugar donde habían compartido sus sueños. Ambos estuvieron de acuerdo y regresaron a casa a vivir su última despedida y como de casualidad también su último 14 de febrero, su día por excelencia.
Lo solían planear de año en año, pero casi siempre hacían lo mismo, cogían su pequeño barquito y comían fondeados en una cala arropados por las tranquilas aguas del Mar Menor. Esta vez y después de brindar por ellos, por su amor y de darse las gracias mutuamente por tanto, Álvaro bajó a su camarote y subió una caja con un gran lazo rojo, ella sonrió y le dijo que esta vez no habría hecho falta comprarle nada, que tenía todo lo que necesitaba en aquella cubierta, pero cuando la abrió su cara se iluminó. El cachorrillo mas lindo que recordaba le sonreía desde el interior y no pudo evitar apretujarlo con todas sus fuerzas. La llamó Triana y durante esos últimos meses les alegró con sus ladridos y juegos cada una de las horas que se les pasaban volando.

En verano Álvaro volvió a aquella cala con Triana y después de brindar al aire y llorar durante horas, arrojó las cenizas de Alma al agua, al lugar que ella había elegido para descansar por siempre. Y justo en ese momento la mascota se lanzó al agua y empezó a bucear como loca, como si lo hiciese jugando con su dueña, como si Alma le silbase desde lo mas hondo. Álvaro no se lo pensó, se desvistió y en un segundo también jugaba con ellas a bucear y nadar entre agua, arena y cenizas.
Y tras pasar un día estupendo los dos volvieron a casa, a aquella casa en la que “nunca jamás entraría un bicho de cuatro patas”."

Wisquensin Oregón
DOMINGO DE RESURECCIÓN

Huyó con el rabo entre las piernas, sin echar la vista atrás. No iba a echar de menos su casa, ni su comida, ni a su ama. Tras meses de soledad, aguantando golpes, gritos y quemaduras de cigarro en su lomo, había decid ...ido huir. Renqueaba de una pata, ropa y mal curada, pero consiguió llegar hasta el acantilado y saltar. Ya sólo le quedaban unos metros y sería libre....
Mientras, su otro yo, su cuerpo yacía mustio y marchito en el corral de aquella casa, una paliza demasiado fuerte había acabado con su vida.
Ahora le esperaba la libertad, el paraíso, el edén de los perros, allá al fondo, sólo cruzando el mar...

Lucrecia Hoyos
LAS VACACIONES DE WILLY


-Lo siento, Willy, me voy de vacaciones, no puedes venir conmigo, te quedas con tu abuelo que te va a cuidar muy bien –le dijo José Luis a su fiel dobermann que lo miraba fijamente a los ojos con cara de resignación-. Adios, papá, te llamaré todos los días para ver cómo está.
-Descuida, hijo, que estará como un rey, lo llevaré a pasear dos veces al día, se convertirá en el perro más popular del barrio. ¡Con lo guapo que es!
José Luis abrazó a su padre y le dirigió la última mirada a Willy que ponía tal cara de circunstancias y de entenderlo todo que le partía el corazón. Hacía solo tres meses que lo había recuperado después de una ausencia de cinco años. Un buen día, Willy había desaparecido por arte de magia del pequeño chalet en el que vivían. José Luis puso carteles por todo el barrio, ofreció recompensas, preguntó…Nada, no había ni rastro de su cachorrito. Lo echó mucho de menos hasta que poco a poco se fue olvidando de él.
Una noche de mayo de luna llena y cielo estrellado, José Luis celebró una fiesta en su jardín. Unos cuantos amigos disfrutaban de la música, de alguna copa de más y de la euforia del encuentro. A las tres de la madrugada seguían los más íntimos haciéndose confidencias cuando oyeron unos golpes en la puerta del chalet. José Luis acudió de inmediato y cuál fue su sorpresa cuando vio a Willy abalanzándose sobre él como un viejo amigo que vuelve de un largo viaje. Se quedó de piedra, se le saltaron las lágrimas, lo estuvo acariciando y observó que venía maltrecho. Al día siguiente lo llevó al veterinario, estaba muy enfermo, le tuvieron que poner un gotero y se pasó muchos días cuidándolo hasta que poco a poco recuperó algo de su antigua vitalidad.
José Luis se había alejado un kilómetro de la casa de su padre. Paró el coche en una gasolinera y marcó un número en su móvil.
-Andrés, no puedo dejarlo…, no nos dará guerra, ya verás…, se adapta a todo, le encanta el mar, lo llevaré en la zodiac a la playa para que haga sus necesidades…, sí, cuando vayamos a bucear vendrá conmigo, te vas a asombrar de sus habilidades, es superdotado mi Willy, ya verás…

Fina Fernández Fernández
ALBERGANDO UNA ESPERANZA


Los rayos de sol entraban por tu ventana invitándote a levantarte. Desde el día anterior albergaba en tu mente la idea de dar un paseo por la playa, sus aguas tranquilas y el canto que realizaban las olas cuando llegaban a la arena eran relajantes. Llamas a tu perro Otto que vino dando saltos de alegría, se movía incansablemente, ya sabía que ibais de paseo porque tenías su correa en la mano.
Caminabais hacia la playa empapándote de las caricias que te regalaba el sol. La playa estaba desierta era muy temprano y te encantaba tenerla para ti sola. Otto corría de un lado para otro cogiendo y soltando palitos de la arena, te extrañó verlo de repente parado mirando hacia el mar, agudizas la mirada para observar que mira, pero no ves nada, lo llamas.- “Otto”.- mira hacia ti, ladra y vuelve a mirar hacia el mar, en un quejido como un lloro, Otto se lanza al agua, corres hacia él llamándolo, pero él sigue nadando, nadando... hasta que no alcanzas a verlo y te inquietas llamándolo sin cesar. Pasado un tiempo que se te hace eterno lo ves nadando hacia la playa llevando algo en la boca, ¿es una caja? Te preguntas extrañada por su comportamiento. Te quitas la ropa quedándote en ropa interior y te tiras al agua en su busca porque lo estás viendo exhausto y cuando llegas a su altura recibes una gran sorpresa al ver lo que hay en el interior de una especie de caja ¡¡¡ UN NIÑO!!! gritas sorprendida, le quitas la carga animándolo a que siga nadando, la orilla está cerca le dices.

Llega la Guardia Civil, una patrullera recorre las aguas encontrando una patera hecha añicos, con algunos de sus tripulantes agarrando las tablas. Gracia a Otto, un niño y siete vidas se salvaron de una muerte segura, viendo en el estado que se encontraban, la madre del niño se encontraban entre ellas, tenia la esperanza de que al menos su niño se salvara.
Cada vez que bajas a la playa, Otto mira hacia el horizonte esperando ver alguna caja."

María José Martínez Millán
"La Chispa de la Vida.-


Chispa había nacido para perra de caza. Tenía porte, elegancia y un cuerpo delgado pero maravillosamente musculado. La velocidad de sus patas era impresionante y su olfato, siempre húmedo y aguzado no permitía que se le escapara una pieza a su amo. Tan bien servido por su perra fue su dueño, que en compensación, cuando Chispa se hizo algo más mayor y perdió su primera pieza, la abandonó. Intuyendo que esa perra acabaría pronto su ciclo de extrema eficacia, había comprado un nuevo perro de caza. Cambiar de perro para algunos es como cambiar de escopeta, de cartuchera o pantalón…
Celia salió a caminar por la Dehesa. Era un día de marzo soleado de esos que te anuncian florida primavera. A cada paso, escuchaba el crujir de las agujas secas de los pinos al pisarlas, caminaba sosegada, con respiraciones lentas pero profundas. Al momento se detuvo a la orilla del lago, donde se encontraba una piragua con una chica que parecía ser su primera vez en esa clase de actividad. Celia se distrajo un momento, notó unos pequeños tirones en su pantalón, como cuando un niño quiere llamar tu atención. Sus ojos húmedos aparecían suplicantes, se la veía muy triste, hambrienta, era Chispa. Celia se agachó a acariciarla y la acercó al lago para que bebiera. Se le calló el alma encima, era una gran amante de los animales y no soportaba los abandonos. No es demasiado mayor, pensaba mientras la observaba y seguro que es una perra orgullosa de su valía. De pronto, se escucharon unos gritos ahogados en líquido elemento. ¡Virgen de los Desamparados! La chica de la piragua había rodado sobre sí misma y se hallaba boca abajo en una lucha interminable por volver a la posición inicial. Chispa no se lo pensó dos veces. Se lanzó al agua y comenzó a nadar con destreza hacia su “presa”. Apenas se veía su cabecita cuando alcanzó la piragua y en un momento, desapareció de la superficie, se sumergió completamente. A los pocos segundos, Chispa emergió con su presa. Tiraba fuertemente con su dentadura de la capucha de la chaquetilla de la piragüista. Celia se apresuró a alcanzarlos antes de que llegaran a la orilla, era primordial aplicarle los primeros auxilios. Después de hacerle durante varios minutos los masajes cardíacos para ahogamientos que había visto en ocasiones en las películas, no debió hacerlo muy mal cuando de repente la chica comenzó a toser y expulsó el agua de sus pulmones. Celia cogió entre sus manos la carita de Chispa y la besó. Siendo una perra joven, la habían adiestrado para cazar la Muerte. A partir de ese día, Chispa demostró estar muy capacitada para cazar la Vida."

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